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La resaca social: Por qué me siento agotado después de socializar.

¿Alguna vez has experimentado una sensación de agotamiento extremo después de pasar un fin de semana lleno de actividades con amigos, al punto en que te encuentras anhelando un poco de tiempo a solas, lejos del ruido y la multitud? Si es así, es posible que estés experimentando lo que comúnmente se conoce como “resaca social”. No se trata de un término clínico reconocido oficialmente en ningún manual de diagnóstico, sino de un concepto que ha surgido a raíz de la identificación de ciertos síntomas que parecen ser bastante comunes después de un período de socialización intensa y prolongada.

Cuando nos referimos a la “resaca social”, estamos hablando de ese sentimiento de cansancio extremo, casi debilitante, que puede invadirnos después de pasar un período de tiempo considerable interactuando con otras personas, ya sea en una fiesta, un evento social, o incluso simplemente durante un fin de semana con amigos.

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Retrocediendo en el tiempo hasta la antigua Grecia, el famoso filósofo Aristóteles postulaba que:

“El hombre es un ser social por naturaleza”.

Sin embargo, como con todo en la vida, puede haber ocasiones en las que tomamos esta idea un poco demasiado literalmente, y terminamos llevando nuestro deseo de socialización al extremo. Y es en estos casos cuando podemos comenzar a experimentar lo que parece ser una “resaca” derivada de un exceso de interacción social: la desgana o pérdida total de interés en futuros planes sociales, cambios repentinos y drásticos en el estado de ánimo, dificultades para concentrarse o mantener la atención, trastornos del sueño, una lentitud notable en el proceso de pensamiento, entre otros síntomas.

Explorando las razones de la resaca social

La resaca social es un fenómeno intrigante que se debe, ante todo, a la gran cantidad de recursos cognitivos que se requieren cuando interactuamos socialmente con los demás. No solo se trata de estar físicamente presente con otra persona, sino que durante estas interacciones estamos simultáneamente prestando atención a esa persona, al entorno que nos rodea, a nuestras propias acciones, a su lenguaje verbal y no verbal, y a nuestro propio lenguaje. Intentamos practicar la escucha activa, todo con el objetivo de ofrecer una interacción de calidad en la que podamos compartir ideas, opiniones o impresiones. En estas situaciones, nos convertimos en seres totalmente comprometidos e implicados, lo que puede resultar agotador si no sabemos equilibrar la socialización con el descanso adecuado.

A pesar de que cualquier persona puede experimentar esta sensación de agotamiento, existen una serie de factores que pueden generar vulnerabilidad y aumentar la posibilidad de padecer esta condición:

Introversión

La introversión es un rasgo de personalidad que caracteriza a quienes sienten la necesidad de pasar tiempo solos, disfrutando de su propia compañía, buscando la introspección y dedicándose a hobbies más solitarios. Esto no significa que las personas introvertidas carezcan de habilidades sociales o que no necesiten socializar, sino que para ellas, la socialización puede no ser tan necesaria como para las personas extrovertidas. En consecuencia, la socialización puede requerir un esfuerzo mayor para las personas introvertidas, lo que puede llevar a un agotamiento más temprano.

Falta de refuerzo

Uno de los principios básicos del aprendizaje humano es que nos motivamos a través de recompensas. Es decir, mantenemos o modificamos nuestros comportamientos en función de la recompensa que obtenemos de ellos. Por lo tanto, si de nuestras interacciones sociales no obtenemos recompensas que consideramos significativas, es probable que queramos reducir dicha interacción y que nos cause un malestar cada vez que nos enfrentemos a ellas.

Relaciones tóxicas

La falta de refuerzo puede contribuir a lo que llamamos “resaca social”, pero si a esto le añadimos que esas relaciones que no nos generan refuerzos son relaciones que consideramos tóxicas, las cuales nos hacen daño y con las que no estamos de acuerdo, es mucho más probable que terminemos sintiéndonos agotados. Comenzaremos a ver dichas relaciones como castigos y querremos alejarnos de ellas.

Socialización excesiva

Un ejemplo muy evidente de socialización excesiva lo podemos ver en los últimos años, cuando, tras el confinamiento por la pandemia, decidimos aprovechar al máximo cada oportunidad social para compensar el tiempo que pasamos sin estas interacciones. Esta decisión ha llevado a muchas personas a agotarse por la socialización excesiva, ya que no se equilibra la socialización con el tiempo en solitario por miedo a perder el contacto con los demás.

Fobia Social

La fobia social es un trastorno real y diagnosticable que genera en la persona un temor excesivo y persistente a situaciones sociales. Este trastorno provoca una respuesta ansiosa en quienes lo padecen ante diferentes situaciones y puede interferir significativamente en su vida cotidiana. Por este motivo, las personas con un trastorno de fobia social son más propensas a mostrar estos síntomas de agotamiento tras la interacción social.

Estrategias profundizadas para el manejo de la resaca social

No cabe duda de que el tratamiento primordial para la resaca social es el descanso. En otras palabras, es indispensable tomar un “descanso” de las interacciones sociales, equilibrándolas con momentos de soledad para poder recargar y recuperar la energía necesaria para seguir socializando de manera efectiva.

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Además, es crucial, durante estos valiosos momentos de soledad, aprender a valorar y disfrutar el tiempo en soledad. Esta oportunidad se puede aprovechar para sumergirse en actividades de autocuidado y de placer en solitario que nos permitan reconectarnos con nosotros mismos. Actividades como leer un buen libro, ver series o películas, pintar, o incluso cuidarse físicamente, pueden ser excelentes ejemplos de esto.

Esto, sin embargo, no implica que debamos abandonar completamente nuestras interacciones sociales. Un aislamiento total sería un error grave, ya que, como seres humanos, somos inherentemente sociales y, por ende, la interacción social sigue siendo un componente fundamental de nuestras vidas. Sin embargo, es igualmente importante aprender a manejar estas interacciones de manera saludable y equilibrada.

La asertividad puede ser una herramienta poderosa para manejar estas situaciones, permitiéndonos decir “no” a ciertos planes o posponerlos cuando no nos sintamos capaces o no tengamos el deseo de asistir a ellos. También es fundamental prestar atención a nuestras inseguridades y tener claro que el rechazo a un plan no necesariamente implica que perderemos a los demás, especialmente si se trata de relaciones seguras y bien establecidas.

Finalmente, debemos poner énfasis en priorizar la calidad de estos encuentros sociales sobre la cantidad, para poder prestar una conciencia más plena y estar más presentes en ellos. Este enfoque nos permitirá disfrutar más de nuestras interacciones sociales, asegurando que sean satisfactorias y evitando, así, la resaca social.

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