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¿Porqué me cuesta abrirme a los demás?

El tema de la sociabilidad o la carencia de la misma es cada vez más prominente en las discusiones de nuestra sociedad contemporánea. Vivimos en un mundo donde ser una persona sociable y extrovertida es un rasgo especialmente valorado y reconocido en nuestra sociedad. Por lo tanto, es comprensible que las personas de carácter más introvertido y menos sociable, que se sienten alejadas de este ideal socialmente establecido, experimenten cierto malestar cuando se comparan con sus pares más extrovertidos.

Por lo tanto, es crucial comprender los factores que pueden explicar el porqué de esta dificultad en las personas. Al analizar las posibles causas que pueden contribuir a este fenómeno, podríamos identificar las siguientes:

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Miedo a ser vulnerable

Uno de los obstáculos más significativos es el temor a que nos vean como personas débiles, que puede ser el detonante de grandes bloqueos emocionales. El miedo, como cualquier otra emoción, sigue un curso que generalmente se representa como una curva que alcanza un punto máximo y después de lo cual, si la persona no evita sentir la emoción con toda su intensidad, esta comenzará a disminuir naturalmente. Es común encontrar que las personas, cuando se enfrentan a esta emoción de miedo, en lugar de exponerse a ella, activan diferentes conductas de evitación.

Estas conductas de evitación permiten al individuo suprimir la emoción, lo que les enseña que la forma de aliviar el malestar o miedo a ser vistos como vulnerables es alejándose del estímulo que lo provoca. El problema con estas conductas es que solo alivian el malestar de la persona a corto plazo, mientras que a medio y largo plazo tienden a aislarla de su entorno. Por tanto, este sistema de autodefensa acaba por incrementar el miedo de la persona y, además, le impide trabajar en él.

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Falta de conexión con las emociones

Otra fuente potencial de los problemas para abrirse con los demás puede residir en la falta de conexión de la persona con sus propias emociones. Durante la terapia, es común encontrarse con personas que tienen muchas dificultades para identificar qué están sintiendo y para expresarlo verbalmente. Esta dificultad generalmente se asocia con problemas en el proceso de regulación emocional de la persona.

Esta regulación se refiere a la capacidad humana para adaptar sus respuestas emocionales y hacerlas más beneficiosas tanto para uno mismo como para las personas que lo rodean. Cuando la persona carece de estrategias efectivas de gestión emocional, ya sea por la ausencia de atención a lo que siente, la incapacidad de etiquetar adecuadamente sus emociones, el rechazo a la experiencia emocional y/o la falta de análisis de sus emociones, resulta difícil que pueda establecer vínculos fuertes y saludables con otros (Hervás, 2011).

Miedo al rechazo

El miedo al rechazo o a la no pertenencia al grupo, acompaña al ser humano desde el inicio de los tiempos. Los humanos como seres sociales, necesitamos de los otros para sobrevivir a nuestro entorno por lo que es fundamental sentirnos parte de un grupo o comunidad para percibir seguridad. Sin embargo, el miedo excesivo a no conseguir formar parte de un grupo puede dar lugar a las llamadas profecías auto-cumplidas y con ello, a no establecer vínculos.

La profecía auto-cumplida no es otra cosa que pensamientos erróneos sobre nosotros mismos y nuestro entorno, que nos llevan a actuar acorde con ellos y por tanto, aportarles mayor credibilidad. Por ejemplo, si yo pienso que nadie se interesa por mí y que me tengo que alejar de todos para que no me hagan daño, es probable que ante cualquier conducta de mi entorno que no me haga sentir bien (por ej: mi amiga no puede quedar una tarde, la persona que me gusta tarda en contestarme a un mensaje…, etc.), yo confirme mis ideas y me distancie de esas personas.

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Falta de práctica y/o habilidad

Por otra parte, también debemos tener en cuenta las habilidades sociales de la persona. Estas habilidades se refieren a un conjunto de comportamientos verbales y no verbales fundamentales para interactuar de manera positiva con los demás, dentro de un contexto social. Estas habilidades se adquieren a través del aprendizaje ya sea por observación, imitación, ensayo y/o información.

Entre las habilidades sociales más importantes encontramos, según Lazarus: la capacidad de decir no, la capacidad de pedir favores y hacer peticiones, la capacidad de expresar sentimientos positivos y negativos y por último la capacidad de iniciar, continuar y acabar conversaciones (Díaz. R. M, 2011).

Estilo de apego evitativo

El estilo de apego de una persona, según la teoría del apego de Bowlby se refiere al vínculo afectivo que establecemos desde nuestro nacimiento con nuestros cuidadores y que sientan las bases para la construcción de relaciones en el futuro. Las conductas de nuestros cuidadores son el primer ejemplo de interacciones sociales y nos enseñan sobre el funcionamiento de las relaciones. Dentro de esta relación se pueden establecer cuatro estilos de apego, seguro, ansioso, desorganizado o evitativo.

Concretamente, el estilo evitativo se corresponde con aquellos cuidadores que no están emocionalmente disponibles y no responden a las necesidades del bebé, esta ausencia puede causar a sus hijos mucho malestar. Los niños se adaptan a este entorno de rechazo y construyen estrategias de apego defensivas en un intento por sentirse seguros y reducir estos estados emocionales intensos y aliviar el dolor, aunque de manera no consciente.

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Las características adultas más frecuentes en el apego evitativo son la ausencia de búsqueda de apoyo en otras personas, la no tolerancia a la intimidad emocional, la imposibilidad de construir relaciones profundas o la no expresión de emociones abiertamente, entre otras.

Falta de confianza o inseguridad personal

Otra de las causas que pueden llevar a alguien a no abrirse a los demás son los problemas de autoestima. La autoestima, recordemos, se trata de un conjunto de fenómenos cognitivos y emocionales que conforman la actitud de una persona hacia uno mismo, es decir, la forma en que toda persona se juzga.

Dentro del concepto de autoestima podemos diferenciar cuatro aspectos importantes:

  • Autoconcepto (qué piensas de ti mismo),
  • Autoimagen (cuánto te agradas),
  • Autorreforzamiento (cuánto te premias y te das gusto) y
  • Autoeficacia (cuánta confianza tienes en ti mismo).

En este caso, la falta de autoeficacia es el concepto que más relación tiene con la inseguridad en uno mismo.

De este modo, una baja autoeficacia llevará a las personas a no sentirse capaz de abrirse a los demás y confiar en alcanzar los resultados esperados (Riso, W, 2016).

¿Cómo abrirse a los demás?

Uno de los pasos fundamentales para abrirse a los demás es entender el origen u orígenes de tu problemática. Tal como veíamos en anteriores apartados, son muchas y variadas las causas que pueden explicar esta cuestión por lo que explorarte puede ayudar a ver cuál se ajusta más a tu historia.

Por otra parte, es importante conocer cuál es el procesamiento más adecuado de nuestras emociones con el objetivo de conocernos y trabajar aquellas etapas en las que tengamos mayor dificultad. Como veíamos más arriba, este proceso plantea una de las causas más importantes por las que alguien puede percibirse con problemas para relacionarse con los demás. Las principales etapas de este buen procesamiento, según Hervás (2011) son:

  1. Apertura emocional o consciencia sobre tus emociones.
  2. Atención emocional o capacidad para conectar con tus emociones.
  3. Etiquetación emocional o nombrar con claridad tus emociones (ej., tristeza, enfado, miedo).
  4. Aceptación emocional o ausencia de juicio negativo hacia lo que sientes.
  5. Análisis emocional o capacidad para reflexionar y entender el significado de tus emociones.

Tambien puede ser positivo compartir cómo nos sentimos con otros, esta apertura nos ayuda a legitimar nuestras emociones, construir relaciones mas cercanas y ganar perspectivas externas más objetivas sobre los acontecimientos que nos suceden. Es importante que este ejercicio de apertura lo hagamos al principio con personas de nuestra confianza con las que nos cueste un poco menos de esfuerzo. De esta forma, iremos cogiendo práctica para así mas adelante generalizar nuestra expresión de emociones con otras relaciones.

Por ultimo, cabe destacar, la importancia de trabajar nuestro estilo de apego. Para ello, es bueno identificar con cual de los cuatro estilos se corresponde la forma de vincularnos y así ser conscientes de las dificultades que presentamos para actuar sobre ellas.

La terapia trata precisamente de intervenir sobre el apego de la persona, creando un espacio seguro, sano, que sea un modelo para el resto de relaciones de su entorno y construir en algunos casos, por primera vez, una relación con apego seguro.

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