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Psicología de las emociones: el desprecio

¿qué es el desprecio?

Cuando se trata del tema de las emociones, es imposible ignorar las contribuciones del famoso psicólogo estadounidense, Paul Ekman. A lo largo de su distinguida carrera, Ekman se ha dedicado a la investigación y el análisis profundizado de las emociones y las diversas formas en que estas se manifiestan en las personas. Su trabajo ha sido fundamental para nuestra comprensión de cómo y por qué expresamos nuestras emociones de la manera que lo hacemos.

En su amplio estudio y análisis de las emociones humanas, se destacó una en particular que denominó el desprecio. Este sentimiento, que se dirige hacia los demás, puede generar en la persona que lo experimenta la sensación de ser moralmente superior a otro. Esta percepción de superioridad moral puede ser el resultado de una variedad de factores o percepciones. Por ejemplo, una persona puede sentir desprecio hacia otra si la considera menos válida en cualquier aspecto. Esto puede ser en relación a la inteligencia, la fuerza, la capacidad de tomar decisiones, el nivel de educación, entre otros. Por lo tanto, el desprecio es una emoción compleja que puede tener un impacto significativo en las relaciones interpersonales.

También podemos encontrar esta dinámica en situaciones en las que existen relaciones subordinadas, donde una persona puede experimentarla hacia aquellos que están en una posición de autoridad sobre ellos. Un ejemplo claro de esto puede ser el caso de un trabajador que siente este tipo de emociones hacia su jefe. Este individuo puede experimentar una variedad de sentimientos y emociones que son el resultado de la interacción con su superior. En otro contexto, si pensamos en la relación que existe entre un adolescente y sus padres, también podemos encontrar ejemplos similares. Durante la adolescencia, es común experimentar una variedad de emociones y sentimientos intensos, muchos de los cuales pueden estar dirigidos hacia los padres.

Se trata de una emoción que, cuando es excesiva, puede estar presente también en algunos trastornos de la personalidad, especialmente en aquellos pertenecientes al grupo B, como pueden ser el trastorno de la personalidad antisocial o el trastorno narcisista.

Una realidad que no puede ser ignorada es que el desprecio, a diferencia de otras emociones más primitivas como el asco, no puede ser desencadenado por estímulos sensoriales como olores, texturas o sabores. En cambio, esta emoción está exclusivamente reservada para las interacciones con otras personas o para la reacción a sus comportamientos. A pesar de que se le asocia con una connotación negativa, es fascinantemente ambiguo ya que puede ser bastante placentero para quien lo experimenta. Esta dualidad de sentimientos la convierte en una emoción particularmente compleja para el ser humano. De hecho, uno podría preguntarse, ¿por qué me proporciona placer el sentirme superior a otra persona? Y aún más desconcertante, ¿qué sucede cuando dirijo este desprecio hacia mí mismo?

¿Cual es la función del desprecio?

Las emociones representan una condición intrínseca y fundamental en los seres humanos que les ayuda a adaptarse al medio ambiente y así garantizar su supervivencia. Son respuestas automáticas y complejas que surgen ante los diversos estímulos que se nos presentan en la vida diaria. Actúan como catalizadores, motivando la acción y permitiendo al individuo responder de manera efectiva a las diferentes situaciones que se presentan. Sin embargo, es importante tener en cuenta que no todas las emociones cumplen con la misma función o propósito. En este caso particular,

el desprecio forma parte de aquel conjunto de emociones sociales que tienen como función juzgar las conductas de los demás.

De esta forma, se puede entender que el desprecio tiene la función de un mecanismo de defensa para los seres humanos.

Los mecanismos de defensa se definen como aquellos procedimientos inconscientes que permiten a las personas enfrentar diferentes situaciones de malestar para protegerse de peligros externos. Así, a través del desprecio, la persona puede oponerse a aquellas conductas indeseables de los otros, resaltando su desacuerdo con las mismas y reafirmando a la misma vez la propia valía y punto de vista.

Además, puede servir como una vía para defenderse ante críticas que no se consideran como constructivas, ayudando a reafirmar la idea de que el comportamiento de uno mismo es el correcto y está por encima de las opiniones de los demás.

Por otro lado, el desprecio también puede relacionarse con la envidia. Si entendemos la envidia como el deseo de poseer lo que otros, ya sea algo material o una cualidad o aptitud, podemos pensar que el desprecio puede servir para protegernos de esa sensación de tristeza o rabia que nos provoca la envidia hacia otros.

Importancia de gestionar el desprecio

Como hemos podido constatar en nuestra investigación, el desprecio es una emoción social compleja y profunda que describe un conflicto intenso entre dos personas. En este conflicto se establece un serio desacuerdo que va más allá de una simple diferencia de opiniones. Este no es un mero desacuerdo, sino que se convierte en una batalla simbólica de poder y status. En esta batalla, una de las partes establece, de forma consciente o inconsciente, una relación jerárquica en la que se siente superior al otro. Esta sensación de superioridad puede ser real o percibida, pero en cualquier caso, es lo que alimenta la emoción del desprecio y le da su carácter distintivo.

Consecuencias del desprecio en las relaciones

El problema tiene lugar cuando quien siente desprecio responde hacia los demás con frialdad, distanciamiento, mostrando ira, con palabras malsonantes o inadecuadas, con un tono de voz alto, etc. Así, surgen expresiones promovidas por esa emoción, que no pueden ser justificadas bajo ningún concepto y que pueden considerarse dañinas para los demás.

Esa respuesta va a provocar que los demás se sientan juzgados e incluso humillados y generará un rechazo y distanciamiento que dificultará el mantenimiento del contacto y la relación.

Además, cuando se siente una emoción desagradable hacia otra persona, se hace complicado poder practicar la empatía y la escucha activa, tan imprescindibles en las relaciones personales sanas y seguras.

Efectos del desprecio en la salud mental y el bienestar personal

Sin embargo, no es solo la interacción con los demás lo que puede verse afectado por el desprecio, sino también nuestra propia salud mental. Es bien sabido que cuando una emoción comienza a desviarse de su función primordial de supervivencia y se vuelve desadaptativa, inevitablemente acarreará consecuencias negativas para quien la experimenta, y el desprecio no es una excepción a esta regla.

Cuando el desprecio se vuelve una emoción recurrente, excesivamente intensa y de larga duración, nos podemos encontrar atrapados en una espiral constante de juicio e incluso odio hacia los demás. En esta espiral, podemos llegar a dedicar una cantidad desproporcionada de nuestro tiempo y energía en intentar demostrar nuestra superioridad, mientras que al mismo tiempo mantenemos nuestro foco de atención fijado en la crítica de los comportamientos y actitudes de los demás.

Esta dedicación obsesiva a la crítica y al juicio puede desgastarnos emocionalmente, y nos puede llevar a un estado de insatisfacción constante con nosotros mismos y con las personas a nuestro alrededor. Al final, esta actitud no solo puede dañar nuestras relaciones interpersonales, sino también nuestra propia salud mental y bienestar emocional.

Pensamientos disfuncionales y su relación con el desprecio

Por tanto, es probable que se intensifiquen y refuercen esquemas de pensamiento disfuncionales. Entre ellos, podemos destacar patrones de pensamiento como los pensamientos polarizados de todo o nada. Estos pensamientos nos llevan a una situación en la que no aceptamos ninguna interpretación que no sea la que nosotros consideramos como completamente válida, sin importar las evidencias presentadas. Además, los pensamientos que desvalorizan lo positivo resaltan siempre la interpretación negativa de lo que ocurre, minimizando cualquier aspecto positivo que pueda existir.

En resumen, estaríamos hablando de un círculo vicioso de retroalimentación en el que una emoción desadaptativa me conduce a una interpretación disfuncional de la situación. Este proceso, a su vez, provocará un incremento de ese malestar emocional y el refuerzo de la emoción desadaptativa inicial. Es un efecto dominó que, una vez en marcha, se alimenta a sí mismo y puede ser difícil de detener.

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Además, se debe considerar que un estado permanente de desprecio también podría tener un impacto significativo en el propio desarrollo personal. Este tipo de actitud puede tener consecuencias negativas a largo plazo.

Por un lado, ese sentimiento de superioridad hacia los demás puede provocar que no nos identifiquemos como responsables de ciertos errores que cometemos. Si nos sentimos superiores, es probable que no admitamos la necesidad de corregir o modificar comportamientos, aunque estos sean dañinos o perjudiciales para nosotros mismos o para los demás. Este rechazo a asumir la responsabilidad y la negación de la necesidad de cambio puede obstaculizar nuestro crecimiento y desarrollo personal.

Desprecio, exclusión social y prejuicios

En ciertas circunstancias, podríamos encontrarnos limitando nuestras relaciones sociales, las cuales son absolutamente esenciales para el desarrollo integral de un individuo en la sociedad. Estas relaciones son un componente vital en la construcción de nuestra identidad y en la formación de nuestra capacidad de interactuar y colaborar con los demás.

Si nos enfocamos en el concepto de adaptación al grupo social, la percepción de incompetencia en otros puede ser interpretada como una amenaza potencial de pérdida de tiempo o recursos valiosos. Esta percepción, a menudo, lleva a excluir a aquellas personas que se considera que no pueden contribuir de manera significativa al desarrollo y avance del grupo en su conjunto.

Esto no solo puede limitarnos a la hora de establecer y construir nuevas relaciones sociales, sino que también puede conducirnos a fomentar prejuicios hacia los demás. Un ejemplo de esto es la discriminación y prejuicio hacia las minorías, una actitud negativa que puede dificultar la coexistencia pacífica y la equidad en nuestra sociedad.

El autodesprecio: una mirada interna

Aunque es cierto que podemos experimentar sentimientos de desprecio hacia los demás, es importante destacar que también podemos sentir un intenso desprecio hacia nosotros mismos (autodesprecio). Este autodesprecio puede entenderse como una emoción que provoca un rechazo intenso, un sentimiento de frialdad y un distanciamiento hacia nuestra propia persona.

Este sentimiento no es más que el reflejo de cómo interpretamos nuestra valía personal. En este sentido, llegamos a la conclusión de que nuestro “yo real”, es decir, nuestra identidad y lo que somos en realidad, es inaceptable y no cumple con nuestras expectativas. Comparativamente, este “yo real” no se acerca a nuestro “yo ideal”, lo que nos gustaría ser o cómo nos gustaría vernos a nosotros mismos.

Este desfase entre el “yo real” y el “yo ideal” puede generar una serie de emociones negativas, incluido el autodesprecio. Es como si estuviéramos constantemente comparándonos con una versión de nosotros mismos que es simplemente inalcanzable, lo que conduce a un ciclo de rechazo y autodesprecio.

Causas del desprecio hacia uno mismo

El autodesprecio puede tener como origen diversas causas:

  • La creencia de que hemos cometido errores y el arrepentimiento y culpa por ellos.
  • La baja autoestima.
  • Comparaciones continuas con los demás.
  • Relaciones sociales que nos hacen sentir inferiores.
  • Eventos pasados traumáticos como el bullying.
  • Comentarios negativos de los progenitores sobre lo que hacemos o lo que somos.
  • Rasgos de personalidad que favorecen la autocrítica y la autoexigencia excesivas.
  • Baja idea de autoeficacia.
  • Trastornos psicológicos como la depresión.

Como vemos, no solo las causas pueden ser muy diversas, sino que también lo son sus manifestaciones.

¿Cómo saber si una persona siente desprecio hacia sí misma?

Cierta señales nos indican la presencia de autodesprecio en alguien, por ejemplo:

  • Continuamente verbaliza críticas hacia su persona.
  • Se centra en cualquier error o parte negativa de las cosas sin dar valor a sus logros y exagerando los errores.
  • No sabe gestionar adecuadamente las críticas tomándolas como una crítica a toda su persona.
  • Tiene dificultades para aceptar cumplidos.
  • Siente dificultades para reconocer sus fortalezas o capacidades.

Por lo tanto, es comprensible que cuando una persona experimenta emociones negativas como la ira o el asco hacia sí misma, esto tenga un impacto significativo en su autoestima. Estas emociones no sólo dañan la percepción que uno tiene de sí mismo, sino que también pueden ser un subproducto de un autodesprecio ya existente. En este sentido, estos sentimientos pueden actuar tanto como una causa como una consecuencia del desprecio hacia uno mismo, creando un ciclo desafortunado y dañino que puede ser difícil de romper.

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